"Quiero que la gente sepa que deben crearse la confianza en sí mismos, en que pueden lograrlo." 

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Crecí en Puerto Rico, en Salinas, un distrito en el suroeste de la isla. Mi padre, mi madre, mis hermanos, mis hermanas y yo fuimos criados en Salinas, en el mismo barrio. Cuando tenía unos nueve o diez años, mis padres se separaron y yo me fui a vivir con mi papá. Asistí a la escuela hasta el undécimo grado, y era un buen estudiante. También recibí una buena educación en casa. Recibía un gran apoyo de mis familiares y amigos, y practicaba todos los deportes: básquetbol, boxeo, incluso natación. Tenía un futuro promisorio, tanto en los deportes como en mi educación pero, como en todas las cosas, el curso de mi vida cambió cuando, a una temprana edad, tomé decisiones inesperadas respecto a mi vida.

Luego de cometer ciertos errores personales, decidí venir a los Estados Unidos continentales cuando tenía 21 años. Vine en busca del dueño americano del que todos hablaban allá en Puerto Rico. Amigos de toda la vida iban a los Estados Unidos y regresaban desde allí diciendo que allí estaba el sueño americano. El sueño era más dinero. No hablaban de recibir una buena educación o de obtener un buen trabajo; de lo que hablaban todo el tiempo era de más dinero. Jamás supuse que se referían a crímenes, drogas o a involucrarse en ese estilo de vida. 

También comencé a tomar otras drogas por mera curiosidad: heroína y cocaína; ambas por inyección, fumándolas e incluso inhalándolas. Mi vida empezó a írseme de las manos de verdad en el momento en que empecé a fumar crack. Perdí todo control sobre mi vida y sobre mí mismo; no había futuro para mí. No tenía motivos para vivir. Me olvidé de todo el mundo, porque me olvidé de mí. Cuando me olvidé de mí, no veía a ningún Dios, aun cuando siempre había creído en Dios. Pensé que moriría así, en la calle o en prisión. Una o dos veces pensé en suicidarme, pero nunca lo hice. Tuve una sobredosis una vez, pero gracias a Dios no fue fatal

También comencé a tomar otras drogas por mera curiosidad: heroína y cocaína; ambas por inyección, fumándolas e incluso inhalándolas. Mi vida empezó a írseme de las manos de verdad en el momento en que empecé a fumar crack. Perdí todo control sobre mi vida y sobre mí mismo; no había futuro para mí. No tenía motivos para vivir. Me olvidé de todo el mundo, porque me olvidé de mí. Cuando me olvidé de mí, no veía a ningún Dios, aun cuando siempre había creído en Dios. Pensé que moriría así, en la calle o en prisión. Una o dos veces pensé en suicidarme, pero nunca lo hice. Tuve una sobredosis una vez, pero gracias a Dios no fue fatal 

Cuando no estaba en la cárcel o en prisión, vivía en las calles de Filadelfia. Era muy intenso en las épocas de frío y en verano. Mi vida era la de una persona sin hogar, vagabundeando, sin bañarme y a veces sin comer durante semanas. La cuestión es que yo decidí vivir como un vagabundoMis hermanas, hermanos, sobrinos y sobrinas jamás me cerraron sus puertas. Yo ya sabía que necesitaba ayuda, pero la enfermedad de la adicción tenía un control total sobre mí. 

Eventualmente, la policía comenzó a buscarme, así que la mujer con la que convivía les dijo dónde podían encontrarme. Me hizo un favor, y resultó ser una bendición. Pasé tres años en Graterford, la prisión estatal. No fue fácil pasar cada día en Graterford. No fue igual que cuando estuve encarcelado los primeros años. Me lo pasaba llorando sobre mi almohada, no de miedo, no porque fuera débil, sino porque estaba cansado de seguir haciendo las mismas cosas. Ya estaba cansado de desperdiciar mi vida en las calles y en las cárceles. Estaba cansado de dejar que otras personas controlen mi vida y no tener yo control sobre ella. Estaba cansado de vivir sin Dios. Y estaba cansado de ser nada, de ser nadie. Me dije, “¿Sabes qué? Haré las cosas de otra manera cuando salga de aquí”. Fracasé algunas veces, pero continué luchando 

Cuando estaba en prisión, comencé a aprender diversos oficios y llegué a un punto donde me hallé a mí mismo, y entendí lo que es vivir, lo que es ser un prisionero y lo que es estar libreDije, “voy a aprovechar este tiempo y convertirlo en algo positivo”. Luego, llegó el momento en que me comprometí por completo con mi recuperación. Estaba en un centro de rehabilitación, me sentía enfermo y no quería seguir con eso. Me dije que sería la última vez que consumirá drogas, y así fue. No he vuelto a tomar drogas desde el 1 de enero del 2011. Al tercer día desde que tomé la decisión de dejar las drogas, le pedí a mi Agente de Libertad Condicional que me saque del centro de rehabilitación y me lleve a un centro de recuperación. A partir de ese momento, comencé mi camino hacia la recuperación 

La base para continuar con mi recuperación es Dios. También soy miembro de un grupo de Doce Pasos, y recibo mucho apoyo de mi familia. Mi mujer y yo también trabajamos juntos en un ministerio de asistencia que ella dirige. Recibimos llamados de personas con necesidades y les damos alimentos, ropas y apoyo, no solo para las personas con adicción a las drogas, sino también a familias. Hacer este trabajo con la persona que amo llena un vacío en mi vida, por lo que es una inmensa alegría poder ayudar a otros y ver cómo trabaja mi mujer en este ministerio 

Quiero que la gente sepa que deben crearse la confianza en sí mismos, en que pueden lograrlo. Querer es poder. Si crees en un dios, si crees en algo superior, acércate, búscalo, ríndete a él y déjalo que te guíe. Si no crees en nada de eso, entonces cree en ti mismo. Júntate con personas positivas, que ellas te ayudarán, te dirán en la cara cuando estés equivocado y cuando tengas razón, que estarán para ti en las buenas y en las malas. 

En definitiva, el mayor cambio para mí fue mi cercanía a Dios. Esto no significa que sea perfecto, ni que vaya por ahí sermoneando a todo el mundo. No somos perfectos pero, gracias a Dios, Él nos ama incluso con nuestras imperfecciones. Yo intento brindar el mismo amor a otras personas. Ayudando a otros uno logra verse a uno mismo, y ver lo que es capaz de hacer. Entonces, podrás ver los resultados de otras personas, ver cómo crecenSiempre es una bendición cuando alguna persona me pregunta si me acuerdo de ella y me cuenta cómo le está yendo con su vida. Cuando veo a alguna otra persona con adicciones, me veo a mí mismo, y por ello no la juzgo. Humildemente intentaré ayudarla si puedo. Incluso si no tengo los recursos a mi alcance en ese momento, puede que conozca a alguien y los ponga en contacto. No soy Dios para salvar a nadie, pero considero que mi trabajo es mi forma de contribuir con mi pequeño granito de arena. Creo que si continuamos viviendo juntos y aportando nuestros granitos de arena, podemos hacer un gran edificio para que todos puedan vivir y comer.  

Por esto estoy compartiendo con ustedes mi historia con los opioides. Creo que no debemos abandonar a las personas que los consumen activamente. Cuando las personas etiquetan a otros que están consumiendo drogas, se olvidan del ser humano. Se olvidan de por qué esa persona está allí, cómo llegó esa persona a ese punto, y qué hizo que esa persona tomara drogas. No hay personas malas. Juntos, podemos cooperar para ayudar a los que están actualmente en esta situación de consumo de drogas, en lugar de darles la espalda 

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